martes, 26 de febrero de 2008

Teoría del Autocontrol de todos los Placeres

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Aparecimos esta mañana dos cuerpos tristes blancos muertos, enroscados uno encima del otro.
La otra noche -anoche- habíamos peleado por razones que no eran importantes pero fueron la respuesta que encontramos a ese tema que se olía en el aire justo antes de dormirnos. Recuerdo la lluvia afuera, la lluvia adentro y las palabras que, como las gotas, se sucedían unas a otras cada vez más fuertes y más graves. Recuerdo a mí mismo sentado a sus pies tan quietos que parecía dormida. Recuerdo cómo tratamos -creíamos que tratábamos- de arreglarlo todo, eso: todo, ese todo que era la furia más las ganas de la furia. Algo habría -pienso para mí y se lo digo, cada tanto- contenido en nuestros espacios íntimos, de ella o mío o de nosotros juntos, que estaría pidiendo a gritos ese clima. Lo pienso mucho y siempre siempre espero que salga y pase pronto. Que grite y calle, quiero.
Si cierro los ojos ahora creo verte y ver el marco que formaba la curva que va de mi nariz a mi ceja izquierda en esa escena. Te creo en tus amagues de auxilio; te creo que me buscas con ojos brillantes pero brillantes-tristes. Te creo que me abrazas, que me lloras, que me entiendes un poco.
A: -¿Te das cuenta, nena, de que la vida es tan horrible que hasta cuando uno está feliz sigue sufriendo así?
B: -…
A: -¿Te das cuenta? ¿Eh?
B: -Matémonos, Pedro, matémonos.
A: -…
B: -¿Nos matamos?
(Yo, que siempre sigo su corriente, un poco, con la idea de demostrarle por dónde quedaba su equivocación, consideré la opción de decirle: sí.
Sin embargo, y dada la gravedad de las circunstancias y el grado de trastorno de los participantes, le dije: no.)
A: -No. ¿Cómo nos vamos a matar? ¿Estás loca, vos? ¿Estás loca?

En mis fantasías desperté ese día -que no es este- y empecé a concebir esta idea. En ella sonreíamos los dos, juntos, buenamente juntos, y entendíamos que sí, que en realidad sí era necesario matarnos entonces y juntos y tristes y sabiendo que era el sello de una promesa que de ahora se extendía para siempre, que era nunca y se acababa exactamente en ese instante.
Y así como así, sin saberlo bien todavía, esta mañana aparecimos los dos, y éramos tristes y éramos blancos, y éramos cuerpos y blandos, muertos, y nos sentíamos juntos y viejos y nuevos, así: enroscados uno encima del otro.

2 comentarios:

emilia dijo...

Enroscados y pretendiendo engañar a la materia, repitiendo que sólo son un cuerpo.

mimo dijo...

hola pedro
esto me recordó a un tema de the smiths
"to die by your side...
i such a heavenly way to die"