martes, 29 de abril de 2008

Las ratas (versos admirados)

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Nunca antes
pensé en las ratas. Eran
las grises, melancólicas
nadas de larga cola
que subían
a un horizonte ajeno.
Las miraba
marchar, sin importarme,
por los altos
horizontes de los otros.
Pero ahora
las ratas no son nadas,
son el peso
que sobra en la memoria,
que chilla cada vez
que abro las puertas
del Día.
Sé que están
en este barco
interior, confundidas
con la Gracia,
atropellándola
cuando ella sale
a ver el mar,
a hablar con los marinos.

Ahora sé por qué
algunos días
son más grises
y hay más frío en un lado
del corazón a veces.
Las tenía
siempre conmigo
pero no sabían
que iba a despertar
esta mañana
pensando en ellas,
recordando quejas,
reproches que me hacía,
equivocado.

Desde hace un rato
van por mi memoria
como esperando
que se mueva el viento.
Y sus colas escriben: Todavía
hay fuego en las cucharas
de los cielos.

Héctor Viel Temperley, Poemas en el mar y en la ciudad.

domingo, 27 de abril de 2008

Siento que estoy decepcionando (canción)

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(Cuando no estamos bien
cuando no estamos bien)
Todo lo extraño se vuelve malo
cuando no estamos bien.
Es mi pasado, me vuelvo malo
y no quiero correr pero lo hago.
Siento que estoy defraudándote.

Y no quiero fingir pero quiero fingir,
y es que, de lejos, me veo sentado
y no sé quién soy aquí.
Todo lo raro se vuelve malo
y no entiendo qué estoy haciendo sentado,
y, cuando grito, ¿por qué grito?

Todos tan cansados de vivir uno mismo.
Es posible disfrutar de la tranquilidad.
Es hermoso aquí poder vivir uno mismo.
Es hermoso disfrutar de la tranquilidad.

Falta capacidad espacio-temporal
para cubrir el mundo entero con estas palabras.
Mil veces quiero esperar el cielo
entre las páginas que hoy me dicen
dónde estoy y a dónde ir.

...cuando no estamos bien
siempre lo escribo para que sepas
(para que el mundo sepa) que vivo
a la deriva pero que tengo claro el objetivo
y, en algún tiro, descubriré
que el futuro es brillante.

domingo, 20 de abril de 2008

plaza vieja nueva plaza

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Últimamente, cuando vuelvo,
veo las cosas como en las películas


1: (Me descubro pensando, intermitentemente, en que al volver me parece que todo ha cambiado.)

2: Es la misma pija pero con más trenes.

1: (Puta. En algún momento, a alguien le pareció que era un símbolo de prosperidad eso de tener más trenes. Una demostración de status: una manifestación de la gloria que se estaba rompiendo como una semilla. Qué figura clásica, la semilla. Puta. Cómo es importante este volver, volver a revolver, juguemos, desordenar las palabras que codifican el paisaje que tan bien nos conocemos, y volver a transportarnos en un juego viejo y nuevo a este otro mundo que parece recién hecho.)

2: Pero con más trenes.

1: (Él sabe de lo que habla. Siempre lo vi como un ser humano perfecto en su especie. Va al autodromo y camina de noche por su barrio buscando que su cara se eternice en la cabeza de los otros, de nosotros, y hoy lo veo y me parece que es el mismo, pero nunca, no es el mismo, es un nuevo viejo amigo buen amigo, sobre todo.)

2: Che.

1: (Qué. ¿Habré dicho algo?)

2: Che.

1: (No. No dije.)

2: Che.

1: (Me doy cuenta, ahora, de que me fui volando hasta este punto, a dos metros de aquel punto, a dos metros de ese amigo. Y mientras me doy vuelta y lo miro como en una película, como en una película él y como en una película yo, entiendo que me encanta ser de nuevo como era, un segundo nada más, y en ese volver que decía interpreto este descansito que ya tanto me estaba mereciendo, y sonrío, y me vuelvo hasta el banquito de cemento donde estábamos hablando hace unos meses, e imagino que el alambre ya no existe y que la gente no se mata en estos trenes, y recuerdo que ese verde es también mío y que antes yo lo aprovechaba día a día y hoy, que vuelvo cada tanto, veo como en las películas la nostalgia cayéndome por los ojos, despacito.) ¡Qué lindo es este lugar!

2: Yo soy fanático de Castelar.

1: Yo también, Gordo. (Yo también.)

lunes, 14 de abril de 2008

Milmillonesdemambos (versos prestados)

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Qué difícil se torna escribir
cuando uno no tiene nada en la cabeza que decir

y mil millones de versos
en el alma.




Qué daría yo por conseguir
algún instrumento que me permitiera traducir

sentimientos, sin esfuerzo,
a palabras.

domingo, 13 de abril de 2008

Expresión (un minuto de el tiempo)

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y ahora me encuentro parado en un punto
donde adelante hay cornisa
pero al mirar atrás se ha borrado
el camino que venía siguiendo

y en su sitio
el peor momento

y busco pensar mucho y más
para darle aire al tiempo
hasta lo superar
y no perder años en este lugar

viernes, 11 de abril de 2008

Esperando nacer

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belleza, extraña belleza
de las polleras bailando
a un lado, al otro,
con cada saltito que es como un paso.

extraña, extraña belleza
la vida de sala de espera
y en un vértigo
poder espiar
de repente
de a poquito
todo lo que se podría y no se puede

y es saberlo
belleza, belleza extraña
ser tan flaco que poder
pasar por entre la jaula
y verme, qué desperdicio,
perdiendo el tiempo
llorando solo

belleza, triste y extraña
ser tan sumiso
y por no quebrar ese laberinto
dudar entonces de migomismo



Pensaba en la sala de espera que me apresa, en la demora que le imponemos a ciertos actos que desesperan cuando tan claros se nos presentan y nos escapan, y acabé pensando en que yo al dormirme acaso dejaba muy transparente que no quería, en el fondo, nunca quería.

martes, 8 de abril de 2008

Acabo de cortarme

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¡ay! acabo de cortarme
con la palabra

otra vez.

lunes, 7 de abril de 2008

La historia de mi derrota

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Me estabas contando, antes de que me perdiera, de cómo se conocieron vos y Luisa. Me dijiste que coincidieron por primera vez en Parque Rivadavia y no sé qué más; algo de que ella preguntó por un librito de Pizarnik que vos conocías, pero tampoco tomé nota del nombre ni de algún verso que se comentaron antes de que te convidara con un té que resultó estar bien fuerte. Yo, a esa altura, ya estaba medio perdido en mis cavilaciones sobre la moral y su constancia a lo largo de los siglos (y de las tantas vidas, como experimentos que se van haciendo).
Me contaste, creo, que te quemaste la lengua un poco; pero justo eso es lo que no tiene tanta importancia.
También me quedó grabada la musiquita de una frase que dijiste: papapa – papá – papapapa, que quiso decir algo así como que ella vivía bastante lejos del centro. Yo igual escuché hasta ahí y más o menos, porque un ratito después ya me había perdido en una escena que, esa sí, no me la puedo sacar de la cabeza hasta ahora. ¡Justo vos, que hace tanto que te conozco! Además, que te cortejo en secreto casi desde que te conocí: esa sí es una historia.
¡Pero igual!, que vos la prefieras a ella o a mí no es mi problema, es solamente que yo de verdad creo que me tendrías que querer más a mí. Primero, porque ella es mujer, igual que vos. Y además porque yo realmente te quiero; y ella, no creo.

Ahora no sé bien por qué (aunque un poco me imagino) vos te quedaste callada hace ya un ratito y no paraste de mirarme a la cara un segundo. Yo, por mi parte, estoy enmimismado, dándome cuenta de que me hiciste alguna pregunta, o me pediste algún consejo. Y si me pongo nerviosísimo es solamente porque sé que estas cosas, para vos, son muy importantes, y yo, la verdad, no te estoy escuchando; y cuando te des cuenta te vas a enojar un poco; y yo tampoco tengo ganas ni de discutir ni de contarte todo lo que llegué a pensar mientras charlábamos.
Pero igual me avivo de que me estás mirando a la cara, un poco por esa magia de los sentidos a la que tanto nos acostumbramos, y sé que tu expresión debe estar poniéndose más cuadrada por no entender qué cuerno me pasa, y yo mientras pensando que bueno, que no te enojes tanto porque en realidad tampoco es tan grave, y no sé cómo puedo no decirte que me perdí escuchando toda la historia de mi derrota mientras miraba una tuerca que hay tirada ahí, en el piso, a un metro de tus pies, y mientras pienso que sería una tristeza que se te perdiera así, tan cerca y tan a la vista.

domingo, 6 de abril de 2008

Desesperanza

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El primer reloj
suena medio segundo
antes -o después-
que el segundo reloj.

(para colmo, la lluvia
en el techo.)





¡ay! ¡cómo pasó media hora
y medio segundo
y el café se terminó
y el sol soñante se fue apagando, un poco.

y siguen los gritos negros
brotando de las paredes!

y una lágrima mancha
la ropa que quiero
sacarme
y los versos
del jardín eterno
en el que quiero morir todos los días. y nacer, un poco.






Tanto silencio
es tanto castigo
ahora que los gritos quieren cantar.

Que no me descubran.
El frío y la noche
del fondo del mar.

Se me revuelve el estómago
como en un barco
pero estoy en casa.

poema encontrado

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una cosquilla entre los pulmones
espesa la respiración
que tiene ganas de quedarse
a vivir afuera.
y el cuerpo
no sé cómo
puede vivir así
respirando sólo pensamientos
que hacen silbar el aire
como si fueran
dos labios.

y la cosquilla de berotec
sigue subiendo
y queriendo
salir.


como las semillas buscan el sol
hoy quiero llegar
al cielo.

martes, 1 de abril de 2008

Monólogo de un aniñado pensador que nunca escribe nada

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Brillan los cantos de las hamacas y ningún niño juega en ellas esta tarde de calor y de sol y de alegría… y de prometedora belleza aquella la de las plantas verdes verdes como la esperanza que florece en las flores pero que también florece en los tronquitos de los árboles plantados en fila con cada uno su palo de escoba al lado como una madre rectora que no le hace falta, y también en las piedras y en los bloques de tierra seca que afea y seca las manos de una manera que sólo a los niños y a vos o a mí podría gustarnos. Yo miro, miro porque igual me gusta lo que se le deja mirar a uno cuando anda triste, porque la naturaleza parece que no se da cuenta mucho de lo mal que anda uno, y yo entonces miro. Miro y veo lo lindo primero que lo feo porque a mí particularmente y creo que a nadie nunca me gustó mucho mirar las cosas feas, y porque hace tiempo descubrí ya que las cosas que se miran y gustan pueden mirarse cien veces tal vez y nunca dejar de gustarse, pero que acaso la ciento una vez esa sí se pierda la belleza que se dejaba mirar. No digo la ciento una como de verdad la ciento uno, pero es una metáfora que espero que se entienda y que se aplica a la variable etérea, debe ser etérea, digo, que provoca que una cosa pueda gustar cien o mil veces y dejar de gustar o no dejar nunca. Yo por ejemplo miro una película y me parece que es hermosa o que es hermosa mente triste o triste mente hermosa y la puedo ver muchas veces y repensar esas muchas todo eso o pensar cosas nuevas y que siga pareciéndome hermoso o triste… pero también si me la cuentan es como ver una película nueva que en realidad no se mira sino que en realidad lo que se hace es meterla directamente en la cabeza, porque el oído pienso yo que debe tener canales directos con la cabeza como centro de control, y por eso cuando nos dicen algo aunque ni estemos prestando atención entendemos que algo de eso nos tensa un hilito del pensamiento que queda tirante hasta la inteligencia o hasta siempre si es que no la hay o no se la despierta en algún caso. Es una sensación como de qué está pasando, como de esto no puede pasarse por alto así nomás porque ya se me metió tan adentro en un segundo nada más que es inevitable sentirlo propio… y así con las palabras dichas al oído, y no busco decir que en secreto sino que al oído, nunca pasa como con las escritas o dichas a la vista o con las imágenes que son bien distintas de las palabras, con ellas no pasa eso de no acordarte de qué era que venían diciéndote, porque siempre existe ese eco como una tensión que te pide: escuchame, escuchame, y que vos no sé cómo le respondés pero para mí es importantísimo escucharlo, y ahí sí, con eso, escribirlo en un papel invisible, sin renglones ni nada, sin margen ni agujeritos ni nada, y escribirlo y ahí sí leerlo cien, no, mil, sí: mil veces. Leerlo hasta entenderlo, para que no se pierda, para que nunca más nada se pierda por el mundo de las palabras que son los pensamientos más difíciles de recordar, o los más simples o los más bellos o los más tristes.

(Esto ya fue publicado pero, por motivos de público conocimiento, reaparece.)