martes, 1 de abril de 2008

Monólogo de un aniñado pensador que nunca escribe nada

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Brillan los cantos de las hamacas y ningún niño juega en ellas esta tarde de calor y de sol y de alegría… y de prometedora belleza aquella la de las plantas verdes verdes como la esperanza que florece en las flores pero que también florece en los tronquitos de los árboles plantados en fila con cada uno su palo de escoba al lado como una madre rectora que no le hace falta, y también en las piedras y en los bloques de tierra seca que afea y seca las manos de una manera que sólo a los niños y a vos o a mí podría gustarnos. Yo miro, miro porque igual me gusta lo que se le deja mirar a uno cuando anda triste, porque la naturaleza parece que no se da cuenta mucho de lo mal que anda uno, y yo entonces miro. Miro y veo lo lindo primero que lo feo porque a mí particularmente y creo que a nadie nunca me gustó mucho mirar las cosas feas, y porque hace tiempo descubrí ya que las cosas que se miran y gustan pueden mirarse cien veces tal vez y nunca dejar de gustarse, pero que acaso la ciento una vez esa sí se pierda la belleza que se dejaba mirar. No digo la ciento una como de verdad la ciento uno, pero es una metáfora que espero que se entienda y que se aplica a la variable etérea, debe ser etérea, digo, que provoca que una cosa pueda gustar cien o mil veces y dejar de gustar o no dejar nunca. Yo por ejemplo miro una película y me parece que es hermosa o que es hermosa mente triste o triste mente hermosa y la puedo ver muchas veces y repensar esas muchas todo eso o pensar cosas nuevas y que siga pareciéndome hermoso o triste… pero también si me la cuentan es como ver una película nueva que en realidad no se mira sino que en realidad lo que se hace es meterla directamente en la cabeza, porque el oído pienso yo que debe tener canales directos con la cabeza como centro de control, y por eso cuando nos dicen algo aunque ni estemos prestando atención entendemos que algo de eso nos tensa un hilito del pensamiento que queda tirante hasta la inteligencia o hasta siempre si es que no la hay o no se la despierta en algún caso. Es una sensación como de qué está pasando, como de esto no puede pasarse por alto así nomás porque ya se me metió tan adentro en un segundo nada más que es inevitable sentirlo propio… y así con las palabras dichas al oído, y no busco decir que en secreto sino que al oído, nunca pasa como con las escritas o dichas a la vista o con las imágenes que son bien distintas de las palabras, con ellas no pasa eso de no acordarte de qué era que venían diciéndote, porque siempre existe ese eco como una tensión que te pide: escuchame, escuchame, y que vos no sé cómo le respondés pero para mí es importantísimo escucharlo, y ahí sí, con eso, escribirlo en un papel invisible, sin renglones ni nada, sin margen ni agujeritos ni nada, y escribirlo y ahí sí leerlo cien, no, mil, sí: mil veces. Leerlo hasta entenderlo, para que no se pierda, para que nunca más nada se pierda por el mundo de las palabras que son los pensamientos más difíciles de recordar, o los más simples o los más bellos o los más tristes.

(Esto ya fue publicado pero, por motivos de público conocimiento, reaparece.)

2 comentarios:

GonzalitoVilachan dijo...

que nunca crezca, y que siga escribiendo el aniñado pensador

preGho dijo...

wow


extraño recibir un coment de alguien que fue mi compañero universitario(¿) durante los 2 meses que participé y terminé por decir... "no, gracias, no tengo esta paciencia"


saludos!