domingo, 23 de marzo de 2008

Experimento (primera parte)

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Después de las primeras veces, se repetía el experimento en Roberto como con todos los otros. Sólo se apreciaban diferencias en la situación (tan concreta en aquellos días) en que Roberto alcanzaba cada vez menos los objetivos. El experimento no era otra cosa que un recorrido que constaba de los siguientes obstáculos:
una sala de té, una mesa de billar adaptada, una salita (discreta) de proyecciones en la que se veían episodios de series clásicas de los años 70s en pantalla 4x4, un insectario con más de 300 especies, un salón de baile con muy cómodos sillones, …, …, …, … y una sala con paredes espejadas.
Se intentaba evaluar el comportamiento tanto habitual como ocasional de los perfiles durante la rutina que repiten diariamente durante el período de:
un mes. Permitiéndoseles interactuar libremente entre ellos, se sometía sus actos y sus dichos a agudos análisis de notables profesionales y sabuesos de la verdad. Se les daba a los perfiles la consigna de:
organizar su recorrido diario por el experimento de manera tal que, no accediendo dos veces en el día a un mismo ambiente (los cuales eran exactamente 10), pudieran pasar por todos ellos sin encontrar dos veces a ninguno de ellos . El recorrido se completaba al transcurrir 4 horas desde el inicio.
Los perfiles eran diez y se les había rebautizado para el proceso con los nombres de los abuelos de los productores. Este informe de la situación actual del experimento no amerita la especificación de dichos nombres, por lo que aquí se referirá a los perfiles indistintamente como:
Uno,
Dos,
Tres,
Cuatro,
Cinco,
Seis,
Roberto,
Ocho,
Nueve, y
Cero. (Aclaramos que la mención del nombre de Roberto se explicita en función de la correcta identificación del excepto Roberto.)


El Director gritaba esta tarde:
-¡Al final del primer día nosotros ya sabíamos quiénes nos habían mentido y en qué!
El Director era un hombre que tenía siempre la cara transpirada, y un poco rosados los costados como si hiciera un calor de lo más agobiante. Era bueno, sin embargo, y muchos le daban la razón:
-¡Es cierto!, no digo que no… usted fijesé, si no: ¿cuántas veces nos pasó de prever cuando se iba a armar una? Es lo que yo le digo: … estas cosas se manejan así. Se habrá cansando… y quiso dejar todo.
-Esto es distinto- interrumpió el Director-. De alguna manera Roberto lleva una idea bastante exacta del tiempo transcurrido.

Roberto se había encerrado los últimos tres días en el salón de baile, ambiente por el que le había sido indicado que ingresase al experimento, y había esperado oculto tras de un sillón de dos plazas hasta que faltaran quince, veinte minutos para el final. Para ese momento ya cada uno de los perfiles que seguían con posibilidades de alcanzar los objetivos estaban descansando en algún ambiente, mirando las puertas nerviosos de que pudiera entrar cualquiera que ya se hubiesen cruzado.
Lo cierto es que Roberto no salía de aquél ambiente y, de ese modo, no hacía sino perder, quedar descalificado, fuera.

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