domingo, 29 de marzo de 2009

Paramariguálida es el nombre de una ciudad fantasma

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Paramariguálida es el nombre de una ciudad fantasma. Allí no vive nadie, y uno cuando va puede derretirse en el medio del empedrado sin que drenen sus fluidos hacia las capas subterráneas de su tierra. La explicación: se dice que antes fue toda de plástico.

Entre sus habitantes ilustres, de quienes sólo se ven hoy retratos obtenidos con alguna tecnología modesta de cámara fotográfica, se cuentan la siempre elegante Merceditas Ebánegas, de quien se sabe que una vez nadó doscientos treinta y siete kilómetros para comprar un ejemplar pedazo de peceto en el pueblo más cercano. No obstante el esfuerzo, fue sólo la gloria a través de los años su único premio: de la carne, naturalmente, sólo llegó el hueso.

En los alrededores de la estación, nombre con que se nombra a la plaza de la municipalidad, que a su vez es el nombre con que se nombra a la casa donde vivió la más vieja dama e ignorante del pueblo, hay muchos árboles y muy lindos. Los más grandes tienen, por lo pronto, copas de metros de diámetro y troncos rayados así y así. Los de rayas gruesas, se dice, son de la suerte.

Con las hojas de un árbol que es todo verde se hacía un caldo con proteínas que, dicen, sabía sanar la curda. ¡Como si debiera sanarse, pues!

El diseño de la ciudad estuvo a cargo de don Pedro Maringio y Presta Nonfalco, artífice y reconstructor de la montaña de desechos orgánicos más grande jamás vista sobre la tierra, y de la que hoy no queda más que el dibujo de lo que fue su base delineado por una sombra lumbrisácea de tierra buena y brotes varios que surgieron caprichosos y espontáneos.

Y finalmente, de todo esto se obtiene que si uno quiere visitar Paramariguálida debe atravesar el río que no dejó sobrevivir a la civilización de la que nadie habla. No obstante, uno que ha cruzado en sueños asegura y garantiza (para ser consecuente con este modelo de sociedad urbana gobernada y rendida que nos abarca lo todo) que sí, efectivamente, que sí vale la pena ir a pasar allí alguna tardecita de verano.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Esta es la canción que a vos te gusta

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Tienes vuelo y hasta tienes aire,
tienes mil especies que coleccionar,
tienes tus deseos, tu luz propia y tu lugar,
tienes algo nuevo para dar.

Levántate y haz silbar el aire.
Llévame hasta un mundo donde quiero estar.
Si te queda una sonrisa no lo dudes más:
gástala en mí ahora / regálame un poquito.

Anestésiame cuando me duerma.
Dime qué te gusta y lo voy a cantar.
Fantaseemos juntos con el viaje que yo haré
(el último viaje en esta piel).

Levántate y haz silbar el aire,
regálale al mundo tu mejor final,
cumple tus deseos, brilla y deja tu lugar,
que otros lo harán por tí.